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viernes, 6 de diciembre de 2013

Somos lo que somos.

Somos lo que somos, lo que tenemos dentro, lo que retenemos con fuerza, no debe escapar, no es correcto. Razona. Respira. Piensa. Eres tú. Estás vivo. ¿No te sientes dentro de ti?
No puedes dejarte llevar... no desates todas las pasiones contenidas, átalas con fuerza en tu interior, debes apagar la llama antes de que se propague por ti y te haga estallar, de amor, de odio, de miedo... de pasión.
Somos el amor tiritando de frío en medio de un invierno nocturno, notas violentas sobre un doloroso piano, el miedo a abandonarnos, a ser quienes somos.
La vida es más fácil con los ojos cerrados, sin ser conscientes de todo lo que realmente nos sobra, limitándonos a vivir quedándonos solamente con aquello que hace que se nos acelere el pulso, lo que nos hace sentir que podemos respirar sin necesidad de aire.
Quien no ha amado no ha vivido, no ha latido, es un sonámbulo, un autómata en cuya vida no es más que un personaje secundario, no ha sentido, está muerto en vida. Es un cuerpo vacío, una cáscara. Pues el amor es la pasión más fuerte de todas, un sentimiento que se confiesa con la boca cerrada y el corazón en un puño, es capaz de cambiar el mundo. La pasión más pura de todas y la más dolorosa.
El amor figura en todas artes, desde que existimos existe el amor, rompiéndonos y pegando luego los pedazos.
No hablo solo del amor de una persona hacia otra, sino el amor con el que un artista sostiene un pincel o un lápiz y traza sobre una nueva vida, el amor del músico que acaricia un instrumento hasta hacer que cobre vida, del amor con que, un escritor, deposita dulcemente las palabras adecuadas sobre un pedazo de papel.

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