Ahora es diferente, ya nada crece en mi, tengo que medir mis palabras, apagar el fuego que me quema por dentro, y aun así siempre quedan llamas, chispas de esperanzas que amenazan con reavivarse de un momento a otro.
Mis palabras ya no tienen vida, suenan apagadas y corrientes, han perdido la luz con la que antes deslumbraban mi oscuro y diminuto mundo. Pero sigo aquí. Con la boca abierta, pero muda. Musitando palabras, que suenan vacías. Anhelando la libertad que un día tuve, que me hacía correr hasta que las piernas me pesaban. Nunca supe hacia donde corría, tan solo lo hacía porque me sentaba bien, porque después paraba, y me llenaba el cuerpo de aire, hasta que tenía tanto dentro que casi me sentía flotar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario