El gigante de hierro
se vuelve papel
después de todo tiene su corazoncito,
y con sudor en la frente
y manos temblorosas,
tartamudea su amor
entre te quieros ahogados
que salen a flote
cuando, cada noche,
abraza a la almohada
y recuerda los ojos café
que a kilómetros de distancia
le echan de menos,
y juran esperar
mil atardeceres
por volver a perderse
en su mirada.
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