Dime.
Que soy bonita
porque solo me lo creo
cuando escapa de tu boca.
Espontáneo.
Fugaz.
Y sin querer.
Como un niño
que tropieza
con el jarrón de mamá
y no sabe qué hacer.
Dímelo.
Que es hermoso
despertar conmigo,
porque se acaban
las ganas de amanecer,
que así,
medio desnuda,
a la luz de tu sol,
parezco musa
de un pintor
que no conocemos,
pero era bueno.
Seguro.
Pídemelo.
Que te abrace,
te cuente mi día,
aunque sea un coñazo,
y te recite poemas
míos
o de un tío
que ni sabes quién es.
Acaríciame.
Desde el pelo
a la cintura
como si fuera un piano
que te aterra romper.
Cuéntame.
Qué te asusta tanto
que yo no pueda saber.
Respiro tu aire,
te conozco
más que nadie,
no disparo balas
que arañen tu piel.
Lúchame.
Aunque el cuchillo
se vuelva pluma,
la fortuna
se haga aire
y mis temores
te agarren los pies.
No hay comentarios:
Publicar un comentario