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domingo, 8 de mayo de 2016

Adiós Madric

La gente del tren me mira
y podría ser poeta
estudiante 
empresaria
o suicida.
Quién sabe.
Pero escribo
porque tal vez solo sea
la burla de un payaso
que no sabe expresar 
lo que ha vivido,
así que ríete
no vayan a echarme
del trabajo.

Paso del perrro canela
con los ojos más tristes
de cualquier naufragio
a lo que antaño
era vapor 
sobre un par de vías.

Y me mareo.

Porque no hay sueños suficientes
que endulcen las despedidas
"en dos semanas te veo"
"hablamos por skype"
¿Qué más da?
Si yo sigo a la deriva.

Para qué quieres el mar
si estás llorando,
el sabor es el mismo
y también la cantidad.
No hay abrazos sufientes
que alarguen un adiós
si el tren 
está colgando de mis pies.

Tengo las manos tan vacías
que no sé qué hacer con ellas.
Me toco el pelo
y parezco presumida,
la cara 
y parezco nerviosa,
la nariz
y parezco enferma,
el reloj
y parezco impaciente,
el corazón
y parezco sola.

Dile al tonto de tu perro
que no me muerda los zapatos,
al conductor
que para la próxima
llegue tarde
o borracho,
a los pasajeros
que se ahogarán
(un poco)
cada vez que piense 
"ya nos veremos",
a tu padre
que se cuide esa tos,
y dile
a la llorona del coche 9
que no olvidarás sus manos.

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